Un fondista mantiene un alto ritmo aeróbico. Un aficionado lo utilizaría anaeróbico de corta duración.
¿Qué ocurriría, desde el punto de vista del aporte energético, si cualquiera de nosotros quisiéramos correr junto al plusmarquista mundial de 5.000 metros, Kenenisa Bekele, en una competición de alto nivel? Teniendo en cuenta que el etíope pasaría a poco más de un minuto la vuelta a la pista (400 m), tal vez podríamos aguantarle una sola vuelta, de las 12 y media de la carrera (eso suponiendo que estemos en una aceptable forma física).
Pero no podríamos continuar la carrera, porque la gran diferencia entre Bekele y nosotros es que él iría sobre todo en base a procesos aeróbicos y nosotros estaríamos utilizando ya la vía anaeróbica láctica, para esfuerzos intensos, con gran acumulación de ácido láctico y de una duración de poco más de un minuto.
Además, la frecuencia cardiaca también nos delataría. Nosotros habríamos llegado a cerca de 200 pulsaciones por minuto, lo que es propio del sistema anaeróbico láctico, y Bekele no llegaría ni a 100 y se sentiría corriendo muy cómodo. Otro tema es que el etíope debiera seguir a poco más de un minuto por vuelta durante los 5.000 m, es decir, a ritmo de récord del mundo. Entonces, ya no iría nada cómodo.
Esta es la clave de muchas carreras de mediofondo y fondo. Gana el que llega en mejores condiciones metabólicas a la última vuelta. Por eso, a partir de 1.500 metros, es posible acabar más rápidos los últimos 100, cosa que es imposible en una prueba de 400 metros e incluso de 800.
Se trata de conseguir mantener un aporte energético basado fundamentalmente en los procesos aeróbicos durante el máximo tiempo posible. Así, queda la posibilidad de un cambio final demoledor donde tendrán mayor predominio los procesos anaeróbicos. Cuando el pasado año Mayte Martínez remontaba espectacularmente en la última recta de sus carreras de 800 (incluido el Mundial) podríamos pensar que estaba acelerando, pero no era así. Sus últimos 100, a más de 15 segundos, eran más lentos que los tramos anteriores (alguno de 13 segundos), pero remontaba porque era la que perdía menos velocidad.
Y eso se debe a que llegaba en mejores condiciones metabólicas a la última recta, producto de una mejor distribución del esfuerzo en carrera, además de un mejor trabajo de base y específico en los entrenamientos.